viernes, 19 de junio de 2009

Educación Emocional.

EDUCACIÓN Y EMOCIONES
Cuando me propuse escribir este articulo sobre las emociones, éstas me inundaron, son tantas las cosas que se pueden decir desde ellas y que se vinculan con todo nuestro quehacer en la vida. Somos seres intrínsicamente emocionales, afectivos; por lo tanto, receptivos a los estímulos del medio externo y de nuestro mundo interior. Reaccionamos emocionalmente frente al peligro, la tristeza, la alegría, el placer y el miedo. Vivimos expresando emociones a través de los lenguajes verbal y corporal y, sin embargo, escasa atención se les presta y poco se trabaja en ellas.¿Por qué? Existe una tendencia arraigada de manejar y, hasta cierto punto, controlar el comportamiento de nuestros hijos sin atender a las emociones subyacentes a tales conductas. En el ámbito escolar la diferencia es más notoria; hasta hace relativamente poco tiempo, cuando se revisaba la bibliografía sobre cómo deben educar los profesores, se enfatizaba el aprendizaje y la enseñanza de modelos y conductas correctas y pautas de acción deseables en una relación. Limitada mención se le daba a los sentimientos y emociones generadas por uno y otro.
Hace algunos años atrás se comenzó a hablar de la “inteligencia emocional”, generando un espacio para comenzar a introducir el mundo afectivo de manera más sistemática y conciente, en un primer momento al ámbito empresarial, lo que poco a poco se ha ido extendiendo al quehacer educativo.
Hoy en día se propone Educar las Emociones, se busca comprender y crear en nuestros hijos una forma inteligente de expresar sentimientos y emociones, como complemento indispensable del desarrollo cognitivo, sin olvidar cultivar los sentimientos de padres y educadores y, tras ello, el comportamiento y las relaciones familiares y escolares irán tornándose más equilibradas. Es un proceso educativo, continuo y permanente, que depende de la práctica, el entrenamiento y de su perfeccionamiento en la cotidianeidad. Además, involucra la participación activa de padres y educadores.
La escuela tendrá en el siglo XXI la responsabilidad de educar las emociones de nuestros hijos tanto o más que la propia familia. La inteligencia emocional no es sólo una cualidad individual. Las organizaciones y los grupos poseen su propio clima emocional, determinado en gran parte por la habilidad de sus líderes. En el contexto escolar, los educadores son los principales líderes emocionales de sus alumnos. La capacidad del profesor para captar, comprender y regular las emociones de sus alumnos es el mejor índice del equilibrio emocional de su clase.
El contexto del desarrollo emocional:
Podríamos decir que debemos lograr que nuestras emociones trabajen para nosotros, utilizándolas con el fin de que nos ayuden a guiar nuestro comportamiento, ya que sabemos que el proceso de aprendizaje no sólo depende del conocimiento y la capacidad intelectual, sino también de cómo controlemos nuestras emociones para el beneficio propio.
En una primera aproximación al tema debemos comprender qué son las emociones.
Para Daniel Goleman, autor del best seller «La Inteligencia Emocional», las emociones son en esencia impulsos para actuar, planes instantáneos para enfrentarnos a la vida que la evolución nos ha inculcado. Así, cada emoción prepara al cuerpo para una clase distinta de respuesta frente a la ira, el miedo, la felicidad, el amor, la sorpresa, el disgusto, la tristeza y la sorpresa.
Podríamos decir, entonces, que una emoción:
Es un estado afectivo que experimentamos;
es una reacción subjetiva al ambiente, que viene acompañada de cambios orgánicos y que atraviesa un circuito biológico importante;
es de origen innato, pero la expresión está influida por la experiencia;
tiene una función adaptativa;
sobreviene súbitamente;
son pasajeras, a diferencia de los sentimientos que son más permanentes;
e indican estados interiores personales, motivaciones, actitudes, creencias, etc. experimentados en el momento.
El desafío queda planteado para educar nuestras emociones y favorecer el desarrollo de ellas en nuestro hijos y alumnos. En otras palabras, debemos tener la intención de potenciar la capacidad para reconocer las propias emociones y las de los demás, para automotivarnos, y para manejarlas bien en nosotros mismos y en nuestras relaciones interpersonales, de manera que podamos circular en la vida con una adecuada “conciencia emocional”.
Poder ir “despejar el bosque de las emociones” y así , poco a poco, trabajar las habilidades del desarrollo emocional tanto para nuestra propia vida afectiva como para la de nuestros hijos y alumnos.


HUMBERTO MARTURANA

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